lunes, 15 de marzo de 2010

Los rollos con los padres...

Antes de empezar debo aclarar que mis padres, teniendo motivos más que suficientes, jamás me pegaron… Pero eso no fue suficiente… Y es que uno piensa que los rollos con los padres son propiedad de los adolescentes o de los inmaduros…Solo que debemos tener claro que la adolescencia la sufrimos hasta viejos (si nos referimos a adolecer) y la inmadurez es eterna…

Yo tuve un padre dominante, con valores muy distintos a los que tengo; un padre que se formó en un mundo que no fue mi mundo; un inmigrante. El, como todo padre, quiso lo mejor para mí y en su intento por lograrlo me hizo sufrir lo que no quiero que mis hijos sufran: incomprensión.

Él también tuvo un padre que lo marcó y le hizo daño… vino solo y muy joven a Lima pero aún así se abrió paso gracias al estudio, al trabajo y a sus habilidades con el futbol… Tuvo todo en contra y creó una forma de seguir adelante… Las condiciones adversas y la vida dura no le dieron tiempo para ambigüedades; es así que desde niño escuché sus enseñanzas de vida: “a las drogas ni de broma”, “hay que romperse el lomo trabajando”, “sé el mejor en lo que haces”, “sigue una carrera seria”, “solo existen hombres y mujeres”, etc.

Cuando era niño fue fácil: el demonio era mi hermano mayor y las reglas eran fáciles de seguir y el amor de mi hogar me bastaba para ser feliz… Pero en algún momento la felicidad no me hacía feliz, intentaba la vieja formula: seguir las reglas… pero ya no resultaba…

Un buen día la música se cruzó en mi camino y comenzó la doble vida que viví por 15 años… La guitarra y el papel se convirtieron en una pasión secreta… Era el espacio donde desparramaba mi esencia con toda su cojudez, con sus dudas, con su ternura, con su pose, etc. Un espacio lleno de canciones con melodías, armonías y letras poco originales, pero que al fin y al cabo era un espacio para mí…

Por otro lado tenía una madre amorosa, un padre con expectativas, un hermano MAYOR, una hermanita cómplice y fácil de engañar y siempre una enamorada de su casa, que quería ir a discotecas conmigo, quería que sea amigo de sus amigos de la universidad, visitar a sus primas o conversar hasta tarde… Yo no veía las horas de escaparme a los ensayos con mi banda, de estar a solas con los Beatles, de escribir mis canciones, etc.

Recuerdo por esos años que estaba por terminar el colegio y recibía consejos de todos lados con respecto a mi futuro profesional… Nadie se perdió la oportunidad de decirme lo que me convenía: la abuelita, las tías, los tíos, mis padres, mi hermano, las mamás de mis amigos, alguna suegra, etc. Por ahí recuerdo que un imbécil, primo mayor de mi linda enamorada, me dijo: “piensa compadre por que sino vas a estar pateando latas…”. Claro, la música fue, es y será algo incierto, un camino sin barandas (ahí radica su dulzura): no había donde estudiar, no había alguna manera conocida de sobrevivir cantando y mis nulos argumentos para defender lo que quería hacían ver un salto al vacío en mi posible carrera musical… Recuerdo bien los chantajes emocionales de mis padres que me hablaban del sacrificio que hacían para educarme con su sueldo de maestro, y sentía mucha pena… Terminé el colegio y para hacer feliz a todos y lograr un poco de aire para seguir con mi música estudié e ingresé a la universidad, vinieron mis tíos y mis primos a celebrar, me dejé cortar el pelo, asistí a una celebración que hizo mi tío en mi honor; todo era felicidad y creía que con un poco de esfuerzo podría ser feliz con mi doble vida…

El esfuerzo me duró una semana de clases… No volví a la universidad nunca más… Extrañaba mi guitarra todo el día y ahora al fin le daba todo el día… Pero no sabía que más hacer… Mi padre debe haber sufrido una decepción muy grande y no supo o no quiso saber como impulsarme en la música… Recuerdo a mi madre que un día me saco de la casa a empellones, me llevo desesperada en un taxi y me matriculó nuevamente en una academia pre universitaria del centro de Lima… Nunca fui… En cambio descubrí, en ese viaje sorpresivo, el Museo de Arte de Lima donde empecé mis clases de canto junto a otros 50 alumnos…

Mi padre no intento ayudarme, mas bien, intento persuadirme de dejar la música a toda costa… Un día, durante un desayuno familiar, sacó sorpresivamente mi cuaderno de letras y empezó a leerlas en voz alta… Fue un shock, una vergüenza: mis canciones fuera de contexto, mi alma fuera de contexto delante de los demás, leídas en un tono estúpido que las ridiculizaba… Me paralicé y esperé a que terminara; escuché su comentario de desaprobación y no lo perdoné jamás… Como una ironía de la vida, recibí una muestra inesperada de apoyo por parte de mi hermano MAYOR que me dijo algo así como que mis letras estaban buenas pero que tratara de no repetir mucho la palabra “porque”… Aún considero eso como una de las muestras mas lindas de amor de su parte…

Los años pasaron y las enamoradas también: una tras otra y ya estudiaba música… Quería salir de la casa de mis padres y cuando surgió la oportunidad desistí para no dañarlos… Ya tocaba con distintas bandas, ya cantaba mis canciones delante del público… Mis enamoradas parecían cortadas por la misma tijera con respecto a sus costumbres y sus expectativas y eran parte de mi necesidad de complacer a mi sufrido padre y a mi amorosa mamá… Pero mi vida secreta se desbordaba y encontraba su espacio en mis canciones sórdidas y en mis relaciones paralelas… Siempre tenía una relación secreta con la mujer que no presentaría nunca a la familia pero que favorecía mi creación musical, con la que compartía las conversaciones interminables de madrugada, los libros, las canciones, etc.

Un buen día, al finalizar un proceso de profundo desamor corté con mi doble vida sentimental para siempre… Me enamoré de verdad y dejé la casa de mis viejos sin pena… Le rompí el corazón a mi mamá, mi padre que hasta ese momento me había catalogado de débil se sorprendió y no obstaculizó mi salida… La pareja que tenía no era el mejor partido para mis padres pero no importaba nada de eso… Nos mudamos lejos, lejos… No dejamos entrar a nadie a nuestra casa; las visitas de mis padres eran muy poco frecuentes… Cuando empezaron los problemas con ella empecé a vivir solo y pase por un proceso de maduración necesario… Hice mucha música y saqué dos CDs. Me dediqué a vivir emociones fuertes y probé todo tipo de experiencias sobre todo las que mi padre me había prohibido…

Una noche después de muchas idas y venidas volví con mi pareja, ella quedó embarazada e iniciamos la transición a una relación con hijos… Unos meses después nació Almudena: mi primera hija; y un tiempo después Caetano: mi segundo hijo… y sentí que se caía un velo trasparente que no me había dejado ver lo que realmente sucedía dentro de mí… Esa búsqueda incansable, esa insatisfacción constante, esa necesidad de escapar, esa rabia que corroía mi alma, esa búsqueda de éxito o reconocimiento eran por falta de comprensión… Todos los secretos excesos que había cometido habían sido como bombas destructivas que guardaba en un arsenal en contra de mi padre; mi necesidad de complacerlos o de llamar su atención había desaparecido…solo importaba el amor…ya no necesitaba demostrarles que mi camino era correcto, ni que mis decisiones y acciones eran las indicadas… Solo importaba ser feliz a mi manera porque, cuando nacieron mis hijos, una parte del hijo que yo era murió… Deje de esperar la comprensión que nunca me gané y empecé a hacer las cosas solo por amor…